La primera vez que la vi fingí indiferencia
ensimismada como iba en mis asuntos cotidianos
La siguiente vez presté algo más de atención, genuina
Una anciana escuálida y risueña, afanada en su labor,
aunque vea llegar las 7 de la noche en la misma esquina
El semáforo cambia de rojo a verde en un parpadeo
y ya han pasado un par de semanas desde la primera vez que la vi
Ahora me cuesta seguir mi camino sin llevar a mi lado, intacto,
un ejemplar de El Nacional
para asegurarle 15 pesos más en su cuenta del día
Nunca la recuerdo
a Catalina
Pero al llegar a la esquina de la Abraham Lincoln con Malecón
todos los días, más o menos a la misma hora
no puedo girar a la izquierda sin dedicarle una mueca con intención de sonrisa
y comprarle el periódico
"Lo traje de la oficina", miento al llegar a casa y dejar el papel sobre la mesa
No quiero que sepan quien es esa anciana
cuyo rostro cansado me hace llevar monedas en la billetera
La misma que no desocupa la esquina,
ni siquiera por una insistente llovizna de primavera
Ni un solo día he dejado de verla
Y cada día voy construyendo su historia en mi cabeza
[La de la hija que murió en un accidente;
la de los nietos que cuentan con su labor;
la de una asistencia gubernamental que no acaba de llegar]
Trágico cuento sacado de noticiarios nocturnos en televisión local
Verde
La luz volvió a camiar y yo le doy un último vistazo por mi retrovisor izquierdo
pero ella no tiene idea
ya está ofreciendo la escandalosa primera plana de la tarde a otro conductor
Y este, como yo aquella primera vez,
también finge indiferencia
2 comentarios:
Que dulce...
Eres tierna, me gusta eso. Y valoro mucho que puedas sentir tantas cosas, en un mundo que, prácticamente, nos condena por sentir.
Gracias Elba, por el comentario y por darte la vuelta por aquí. Te debo la visita a tu sitio.
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