- ¿Eres feliz? con Miguel, digo.
-No mucho, pero me da lo mismo, no lo voy a dejar -puso cara de hastío- la costumbre pesa mas que el cariño.
-Pero los primeros tres meses juntos fueron buenos, verdad?
-Si, pero ¿y que? desde antes sabía que él no era para mi, lo que pasa es que otra vez caí en el gancho de las hormonas y las cursilerias; tu sabes como es que una piensa cuanto esta sola y necesitada de cariño -dijo con algo de amargura- además él era el tipo de hombre que me gustaba, y superaba por mucho al otro con quien estaba antes, ese sí que me jodió la vida.
Hacia 4 años desde que Mayra estaba con Miguel, y más por necesidad que otras razones vivían juntos; una relación en clara unión libre donde ninguno de los dos pensaba mencionar la palabra M...
-Me voy a casar como sea, no importa si se que las estadísticas no me ayudan, ya voy a cumplir 34 y es mejor llegar a los 40 como divorciada que como jamona.
-Entonces para que me preguntas si soy feliz y aún cuando te digo que no, que es costumbre, te vas a casar y vas a gastar el dinerito que has ahorrado para un carro en una boda que al final va a pasar en una noche. Eso es ser poco práctico, creo yo.
Las dos amigas no estaban cómodas en la pequeña cafetería, pero el olor a los cafés que habían pedido y los pasteles que allí vendían poco a poco las iba ganando.
Patricia, la ingenua mujer de ojitos claros, miraba hacia afuera como intentando parar la lluvia con el deseo de seguir su camino.
Mayra, que tampoco quería desanimar a su amiga con sus opiniones, intentó salvar la situación. Quizás había sido muy pesimista con el asunto y para remediarlo agregó:
-Pero no me hagas caso, cásate, tampoco creas que soy tan hipócrita para no aceptar que el matrimonio vale la pena, te da estabilidad.
-Y porque no se casan ustedes?
-Porque no hay nada que desencante mas rápido que un hombre tacaño y encima complicado. No quiero tener nada que ver con Miguel en papeles oficiales, con ese no comparto mas de lo que ya hacemos, que es la cama, el sanitario y la mesa, todo dentro del mismo apartamento y por mas tiempo del que debí haberme permitido hace mucho.
Luego de un silencio incomodo en que las dos aún podían escuchar los rastros de esas palabras, Patricia dijo:
-Ya está pasando el agua, vamos saliendo.
-Yo me quedo, voy a pedir otro café.
Y Mayra se sentó ahí sola, pensando que quizás hubiera sido mejor mostrarle otra cara de la convivencia a su amiga llena de dudas. A veces -se dijo a si misma- no todo era tan desapasionado, a veces era reconfortante despertar y ver ese cuerpo conocido entre el sueño y la conciencia a su lado en la cama, hacia la diferencia en su vida y valía la pena, todo valía. La vida valía el esfuerzo.
2 comentarios:
Me ha encantado!
Estoy de acuerdo, ''La vida vale el esfuerzo''.
Un saludito :)
Gracias!
Aprecio mucho que pases por aquí y me leas.
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