No se peinó ni lavó los pisos; se quemó el pastel, se cambió el vestido.
No leyó los diarios y cerró los libros, al final de cuentas, siempre es lo mismo.
Apagó la radio, encendió las velas y al llegar la noche se durmió contenta.
Temprano en la mañana se levantó radiante y escribió con dentífrico en el espejo del baño su nuevo apellido.
Alzó la copa, la copa vacía, y brindó con nadie, llena de alegría.
Le dijo un verso, un verso de Whitman a la golondrina que pasó de prisa.
Entre las cortinas se perdió bailando, intentó una mueca, terminó llorando; tuvo mucho miedo pero fue muy lindo:
A las seis en punto, María tuvo un niño.
Facundo Cabral
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