Mis lamentos podrían parecer típicos de una evidente juventud, pero la verdad es que la soledad no distingue edades, más bien ansía acompañar a alguien, como si ella misma se detestara. A todos termina por enloquecernos en mayor o menor medida.
Estar sola quizás me hace más pensadora, sólo tengo mis libros para hacerme compañía. Ahora pienso más, aunque solo sea en que no quiero estar sola, pero pensarlo no me va a materializar compañía. Al final estoy yo sola... solo yo, y eso es todo.